Las plataformas 2020 Rebelión por el Clima y Alianza por el Clima, celebran el Día Mundial del Medio Ambiente, reclamando una salida de la crisis provocada por el coronavirus con justicia ambiental y social. Centenares de activistas en más de 40 municipios han dicho alto y claro que no se pueden ignorar las actuales crisis estructurales.
El 5 de junio, Dia Mundial del Medio Ambiente, centenares de activistas en una cuarentena de localidades, desde grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Zaragoza hasta municipios de menor tamaño como Santa Coloma de Queralt, Marchena o Vilagarcia de Aurosa, han inundado las calles de corazones. A través de diversas acciones presenciales limitadas a un cupo reducido de personas para respetar las medidas sanitarias, se da continuidad a las masivas manifestaciones climáticas del pasado año, remarcando que solamente una transformación justas social y ambiental puede reducir y prevenir las muchas crisis a las que nos enfrentamos.
La crisis sanitaria y económica ha evidenciado la vulnerabilidad de un sistema económico globalizado, la fragilidad de las cadenas de producción en situaciones de estrés y las dificultades para generar respuestas a corto plazo en un sistema guiado únicamente por el beneficio económico, cuyas consecuencias son, entre otras, el incremento de la desigualdad y la precarización. El deterioro acumulado de los servicios públicos, entre ellos el sistema público de salud, ha entorpecido la compleja respuesta a la crisis sanitaria, demostrando que los recortes matan. El confinamiento ha provocado pérdidas de empleo, ERTE y situaciones de riesgo económico para buena parte de la población. Esta situación solo va a agravarse en las próximas semanas y meses, cuando la crisis económica golpee de lleno, según todos los pronósticos.
Para evitar nuevas catástrofes, la ciencia indica que es necesario reducir las emisiones de carbono en un 7,6 % anual. Un reto enorme que solo puede realizarse mediante una sociedad comprometida y unas políticas públicas audaces. Durante estos dos meses de confinamiento se han reproducido diferentes iniciativas de apoyo mutuo y solidaridad para que nadie caiga. También han surgido iniciativas de activismo digital. Las respuestas ciudadanas muestran que no es cierto que no exista capacidad de maniobra para revertir situaciones de pobreza e injusticia social y poner en marcha mecanismos mucho más efectivos para afrontar las crisis de hoy.
La salida a la crisis sanitaria y económica debe aprender de los errores pasados, como la crisis financiera e inmobiliaria de 2008. Se están produciendo rescates económicos a las empresas contaminantes y las actividades económicas insostenibles, sin garantizar que redunden en las personas trabajadoras ni exigir planes urgentes de reconversión. No se están sentando las bases de una salida social y ambientalmente justa de la crisis. La COVID-19 está golpeando amplias capas de la población y agravando la situación de hambre en muchas zonas del mundo, por lo que es imprescindible seguir tejiendo una extensa red de alimentación local que asegure alimentos sanos y accesibles. La justicia alimentaria debe ser uno de los pilares fundamentales. Sin embargo, la apuesta por parte de algunos sectores, incluida la extrema derecha, es retrasar las medidas urgentes para afrontar la crisis ecológica, ahondando en el incremento de la precarización de la sociedad y la destrucción de los ecosistemas.
El momento de actuar es ahora. La industria fósil, el sector de la automoción y la aviación, la industria química o la construcción insostenible y especulativa están abogando por una desregulación ambiental y ayudas económicas. No se puede volver a la antigua normalidad porque ese era el problema. La salida a la crisis debe apoyarse en los sectores y actividades de cuidados, servicios públicos y cultura, y apostar por la transición ecológica en todas sus vertientes: agricultura ecológica, ahorro y eficiencia energética, renovables, reducción de residuos y economía circular. Al mismo tiempo, debe ser una transición justa, en lo laboral, lo económico, lo social y también en el respeto al resto de seres vivos con los que compartimos el planeta.
Salir de esta crisis con responsabilidad implica reconstruir la economía poniendo la vida en el centro. Los cuidados deben ser asumidos como parte de la actividad social y no asignados a la esfera privada y a las mujeres, avanzar en una transición a sistemas agroalimentarios agroecológicos para garantizar el derecho humano a la alimentación con seguridad y, con ello, la soberanía alimentaria. Hay que rescatar de la crisis a las personas, no a privatizadores, explotadores, maltratadores y contaminadores. En definitiva, hay que llevar a cabo una transición con justicia social y ambiental.
El 5 de junio, Dia Mundial del Medio Ambiente, centenares de activistas en una cuarentena de localidades, desde grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Zaragoza hasta municipios de menor tamaño como Santa Coloma de Queralt, Marchena o Vilagarcia de Aurosa, han inundado las calles de corazones. A través de diversas acciones presenciales limitadas a un cupo reducido de personas para respetar las medidas sanitarias, se da continuidad a las masivas manifestaciones climáticas del pasado año, remarcando que solamente una transformación justas social y ambiental puede reducir y prevenir las muchas crisis a las que nos enfrentamos.
La crisis sanitaria y económica ha evidenciado la vulnerabilidad de un sistema económico globalizado, la fragilidad de las cadenas de producción en situaciones de estrés y las dificultades para generar respuestas a corto plazo en un sistema guiado únicamente por el beneficio económico, cuyas consecuencias son, entre otras, el incremento de la desigualdad y la precarización. El deterioro acumulado de los servicios públicos, entre ellos el sistema público de salud, ha entorpecido la compleja respuesta a la crisis sanitaria, demostrando que los recortes matan. El confinamiento ha provocado pérdidas de empleo, ERTE y situaciones de riesgo económico para buena parte de la población. Esta situación solo va a agravarse en las próximas semanas y meses, cuando la crisis económica golpee de lleno, según todos los pronósticos.
Para evitar nuevas catástrofes, la ciencia indica que es necesario reducir las emisiones de carbono en un 7,6 % anual. Un reto enorme que solo puede realizarse mediante una sociedad comprometida y unas políticas públicas audaces. Durante estos dos meses de confinamiento se han reproducido diferentes iniciativas de apoyo mutuo y solidaridad para que nadie caiga. También han surgido iniciativas de activismo digital. Las respuestas ciudadanas muestran que no es cierto que no exista capacidad de maniobra para revertir situaciones de pobreza e injusticia social y poner en marcha mecanismos mucho más efectivos para afrontar las crisis de hoy.
La salida a la crisis sanitaria y económica debe aprender de los errores pasados, como la crisis financiera e inmobiliaria de 2008. Se están produciendo rescates económicos a las empresas contaminantes y las actividades económicas insostenibles, sin garantizar que redunden en las personas trabajadoras ni exigir planes urgentes de reconversión. No se están sentando las bases de una salida social y ambientalmente justa de la crisis. La COVID-19 está golpeando amplias capas de la población y agravando la situación de hambre en muchas zonas del mundo, por lo que es imprescindible seguir tejiendo una extensa red de alimentación local que asegure alimentos sanos y accesibles. La justicia alimentaria debe ser uno de los pilares fundamentales. Sin embargo, la apuesta por parte de algunos sectores, incluida la extrema derecha, es retrasar las medidas urgentes para afrontar la crisis ecológica, ahondando en el incremento de la precarización de la sociedad y la destrucción de los ecosistemas.
El momento de actuar es ahora. La industria fósil, el sector de la automoción y la aviación, la industria química o la construcción insostenible y especulativa están abogando por una desregulación ambiental y ayudas económicas. No se puede volver a la antigua normalidad porque ese era el problema. La salida a la crisis debe apoyarse en los sectores y actividades de cuidados, servicios públicos y cultura, y apostar por la transición ecológica en todas sus vertientes: agricultura ecológica, ahorro y eficiencia energética, renovables, reducción de residuos y economía circular. Al mismo tiempo, debe ser una transición justa, en lo laboral, lo económico, lo social y también en el respeto al resto de seres vivos con los que compartimos el planeta.
Salir de esta crisis con responsabilidad implica reconstruir la economía poniendo la vida en el centro. Los cuidados deben ser asumidos como parte de la actividad social y no asignados a la esfera privada y a las mujeres, avanzar en una transición a sistemas agroalimentarios agroecológicos para garantizar el derecho humano a la alimentación con seguridad y, con ello, la soberanía alimentaria. Hay que rescatar de la crisis a las personas, no a privatizadores, explotadores, maltratadores y contaminadores. En definitiva, hay que llevar a cabo una transición con justicia social y ambiental.